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martes, 5 de febrero de 2008

La Virgen de la Cabeza procesionó por nuestras calles

En la tarde del 2 de febrero, algo más fresca y que nos recordaba que aún estamos en invierno, asistimos a la segunda procesión de gloria en nuestro pueblo en lo que va de año. Se celebraba la Purificación de la Virgen y la Presentación del Niño Jesús en el templo, es decir, el último rito después de los cuarenta días del nacimiento de un niño judío, por lo que se cierra así el ciclo de la Navidad.

Popularmente se le conoce como la Candelaria porque se reparten velas bendecidas. Antiguamente éstas se empleaban para prevenir los rayos y el granizo en las tormentas, proteger a la familia de las enfermedades, a los rebaños y animales de labranza, se volvían a utilizar en otras ceremonias religiosas y para las mujeres embarazadas, las que acababan de dar a luz y las que deseaban descendencia, esta festividad tenía una especial significación.

Esta procesión ya existía en Osuna en décadas pasadas, desde la iglesia de Santo Domingo se rodeaba la placita del Bacalao. Con la reorganización de la Hermandad del Santo Entierro también se han vuelto a recuperar dicha celebración y este año se ha visto más consolidada con la celebración de un triduo, procesión por las calles Hornillos, Sevilla, Carrera, Gordillo y Compañía con el acompañamiento de la Agrupación Musical de la Vera Cruz y la solemne función principal tras ella. La talla que ha presidido estos cultos es Nuestra Señora de la Cabeza (esperemos que pronto futura titular de la hermandad mencionada) una antigua y meritoria imagen cuya ubicación es una hornacina en la capilla del Santo Entierro en Santo Domingo, pasando desapercibida durante muchos años.

Por tanto, varias novedades en el mundo de las hermandades ursaonensas: una hermandad de penitencia con una sección de gloria, una procesión más de gloria y el salir una procesión desde la iglesia de San Carlos, no sabemos si en otra ocasión esto ha sucedido. Son las nuevas estampas que surgen al estar cerrado el templo de Santo Domingo.

Fue bonito ver la calle Compañía engalanada de gallardetes de damasco rojo pendiendo de las farolas, la iglesia abierta mientras discurría la procesión y el coro ensayando las canciones para la Eucaristía. Nos recordaba a las procesiones de gloria del Aljarafe en los meses estivales.

Y lo más importante, la gran cantidad de devotos portando velas, no es una frase hecha, que nutrían dos largas filas antecediendo las parihuelas donde era portada la Virgen de la Cabeza. Esto demuestra el fuerte arraigo con que está calando la Hermandad del Santo Entierro y el apoyo con que cuenta, sobre todo, para que la próxima Semana Santa su estación de penitencia ocupe el lugar que merece: el Sábado Santo.

Antonio Morón