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sábado, 8 de marzo de 2008

Daños colaterales en nuestra Semana Santa

No sé en nombre de cuántos escribo este artículo, en principio supongo que de muchos pero en vista de lo sucedido no lo tengo muy claro. Mi alzamiento de voz lejos de lo que pueda parecer en este escrito no es algo destructivo sino una carta de agradecimiento y despedida. Yo, como figura en el título es lo que me considero, un daño colateral de una hermandad que cada vez más se aleja de su nombre. Para mí, llevar al “Cristo atado a la columna” (Titular de la Real Hermandad y Cofradía de nazarenos de la Humildad y Paciencia) ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida y el no poder llevarlo supone algo tristísimo, no es que me vaya, sino que no me dejan ir. Ello es algo curioso pero que de todas formas me reafirma y me llena de orgullo en mi durísima decisión.

Cuando hablo de “daño colateral” hablo de la impersonalidad y de la falta de criterio, para mí no es más que eso. Dios sabe que yo pienso que se ha hecho con buena fe y en pro de una mejora pero no se puede pisar la hierba de esa manera.
Señores: ¡Esto no es Sevilla! Aquí no se puede ser tan expeditivo, aquí la gente se mueve de forma diferente y las hermandades también, aquí no hay 2.000 hermanos sino 600 y con nuestro apoyo, aquí no hay tres cuadrillas por paso y tristemente tampoco las habrá nunca si se obra de esta manera. Se puede ser pionero e innovador pero es triste si se es injusto con los tuyos.
Como dije antes sé que muchos compartirán estas palabras conmigo y otros no pero es mi obligación expresarme a pesar del impacto que puedan causar estas palabras, el que toma una decisión sabe por qué lo hace y sopesa las consecuencias.

También sé que el equipo de capataces de D. Antonio Santiago trabaja con buena fe y de forma altruista pero ellos no tienen que comprender lo que a 80 kms de la ciudad ocurre. Como se dice en la vida diaria, a veces si algo va bien es mejor no tocarlo, pues eso está ocurriendo.

Para mí es tristísimo que no se cuente con nosotros para ninguna decisión relevante, que se nos engañe (porque así ha sido y hablo con la verdad) y que se me prive de cumplir mi deseo y mi compromiso pero también me enorgullece no haber sido yo el que ha fallado sino la hermandad a la que quise representar. Todos tenemos razones para estar ahí debajo pero las mías no sé si son las más importantes pero lo que sí me consta es que no son las menos.

Como dije antes, sin acritud y con mi deseo de que todo funcione genial, puesto que son muchos los que dejo y quiero, sólo una recomendación: No todo es popularidad y aplausos, nos saltamos lo más profundo, los nuestros, no debemos despreciar nuestros enseres más preciados, los corazones que van alrededor.

El que aquí habla no es un anónimo sino alguien al que todos conocéis, alguien muy dolido al que le habéis destrozado una ilusión y que no os guarda ningún rencor sino que sólo os desea que de aquí a unos años no tengáis que reunir a otro equipo de capataces para llenar el paso de costaleros porque se hayan ido defraudados (igual para ello no tenemos que pedir ayuda a hermandades de Sevilla sino a las vecinas que tanto miramos de reojo). A veces lo más sencillo es atacar lo que a nuestro alrededor ocurre pero pienso que este tipo de precedentes nos sirven en bandeja de plata a todo el que nos quiera criticar.

Sin más me despido con el ferviente deseo de que tengáis una buena estación de penitencia porque yo no tendré fuerzas para verla desde fuera dos años antes de mi deseo.

Javier Caballos Tejada

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